Danos las alas de un águila para poder volar por encima de las montañas.
Danos la agilidad de un rebeco para poder saltar entre ellas.
Danos la prudencia de una marmota para poder respetarlas.
Danos la fuerza de un caballo para poder subirlas.
Y, sobretodo, danos mucha vida para seguir marcando las pisadas de nuestras botas en todos sus senderos.